Inicio | Documentos | Varios | Los bosques de coníferas en Andalucía


Los bosques de coníferas en Andalucía

Aunque con una extensión originaria menos amplia que las frondosas autóctonas, las coníferas son la vegetación potencial de muchas zonas de Andalucía constituyendo algunos de sus más valiosos espacios forestales (pinares de Cazorla y costa de Huelva, pinsapares de Cádiz y Málaga). Su madera y sus frutos han sido aprovechados desde tiempos muy antiguos. Un asunto siempre polémico es la utilización de coníferas como especies repobladoras, fuera de su área potencial y en sustitución de encinares y otras quercíneas.

Mucho se ha discutido sobre el carácter autóctono de gran parte de los pinares andaluces, cuya superficie de todas formas se ha ampliado con las repoblaciones artificiales, aprovechando en gran medida la frugalidad y adaptación a condiciones extremas de clima y suelo que es proverbial en los pinos.

En el espacio forestal, las coníferas tienen una menor representación que las frondosas. Mientras que la proporción nacional es de aproximadamente mitad y mitad, en Andalucía sólo el 32 por ciento de la superficie forestal arbolada corresponde a las coníferas.

Las coníferas más características de la región son los pinos piñonero (Pinus pinea), silvestre (Pinus sylvestris), pinaster (Pinus pinaster), carrasco (Pinus halepensis) y laricio o salgareño (Pinus nigra), si bien hay superficies dispersas de otros pinos como el radiata, el uncinata o el canario, que proceden de repoblaciones artificiales realizadas no hace muchos años, y que salvo contadas excepciones (como los pinares de radiata malagueños, de una gran belleza) han ido desapareciendo tanto por su falta de adaptación al medio como por los cambios de mentalidad en la gestión forestal.

El pino piñonero ocupa unas 150.000 hectáreas, de las cuales una gran parte corresponden a la provincia de Huelva. En esta provincia se localizan casi una cuarta parte de todas las masas mundiales de pino piñonero, estimadas en algo más de 400.000 hectáreas.

Como en otros pinos, se duda del carácter autóctono del piñonero. Son conocidas las repoblaciones efectuadas, hacia 1736, en Las Marismillas, o un siglo más tarde en los Corrales de Doñana. Sea como sea, está perfectamente adaptado y naturalizado en nuestra región, donde imprime un carácter singular a amplias zonas costeras.

Ecológicamente es un pino propio de climas mediterráneos, muy resistente a la sequía y al calor y, por contra, sensible al frío. Prefiere terrenos arenosos, sueltos y profundos, rehuyendo los arcillosos y yesosos. Soporta suelos de escasa fertilidad y es indiferente a la acidez o basicidad. Es, pues, una especie en extremo adaptable.

Las formaciones de pino piñonero tienen un comportamiento muy similar al de las frondosas, de hecho constituyen paisajes y admiten sistemas de explotación no muy diferentes al de las clásicas dehesas de encinas y alcornoques.

El pino silvestre ocupa unas 40.000 hectáreas, la mayor parte de repoblación, en las sierras granadinas y almerienses de Baza, Nevada y Filabres, en donde constituye en general la climax de la vegetación en las zonas de mayor altitud. En el pasado, este pino posiblemente ocupase mayor superficie en dichas zonas, pero el pastoreo excesivo y el hacha lo hicieron desaparecer. Unicamente sobrevivió una masa residual autóctona en el monte Cortijuelas, en el granadino Cerro del Trevenque, a más de 1.700 metros de altitud, que forma el límite meridional en el mundo del hábitat de esta especie. Dicha masa, aislada durante milenios del resto, dio lugar a una variedad de pino silvestre denominada nevadense.

Las masas de pino silvestre existentes en la actualidad tienen un alto valor protector y restaurador de las zonas montañosas penibéticas, con suelos erosionados y desnudos y condiciones climáticas extremas.

Caso muy diferente es el del pino laricio, que ocupa unas 100.000 hectáreas distribuidas por los macizos subbético y penibético (Cazorla, Segura, Baza, Nevada, Filabres y María). En estos casos los pinares se desarrollan en general sobre facies regresivas de diferentes tipos de montes de frondosas, si bien puede representar la climax u óptimo de vegetación en determinados lugares.

De la presencia, e incluso abundancia, del pino laricio en los montes de Cazorla y Segura hay numerosos testimonios en los archivos de las actas de la Secretaría de Marina, cuando a mediados del siglo XVIII visitaban estos montes con el fin de obtener madera para la construcción de barcos.

En la actualidad el pino laricio constituye en la sierra de Cazorla-Segura una de las masas forestales más importantes del Sur de Europa, en donde preside uno de los ecosistemas más ricos y variados en flora y fauna de todo el país. Además, representa un importante papel en el sector económico de la comarca, al permitir la formación de buenos pastizales para el ganado lanar y obtenerse de él un aprovechamiento maderero que ronda los 30.000 metros cúbicos anuales.

El pino pinaster ocupa unas 200.000 hectáreas, en las Sierras de Cazorla y Segura, La Sagra, Almijara, Ronda y María, así como en otros montes de las sierras subbéticas orientales. Su presencia, sin embargo, se ha expandido artificialmente por Sierra Morena, con resultados muy dispares, desde hace varios siglos. Así, la compañía minera de El Pedroso (en Sevilla) repobló con este pino algunas zonas de Sierra Morena, a principios del siglo XIX, para obtener leñas y apeas.

En cualquier caso, el pino pinaster desempeña en general un papel serial, a partir del dominio de las frondosas nobles, consecuencia de una combinación de factores diversos: el pastoreo excesivo, las roturaciones de quercíneas para cultivo y las ordenaciones de montes para producción de madera. Esta extensión de su área se ha hecho, pues, a expensas de las de quercíneas e incluso de otros pinos.

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que muchos de los montes arbolados con pinos han llegado a ser la forma de climax porque los factores ecológicos han variado de tal forma que no es fácil la reconquista por los Quercus, relegados a situaciones de privilegio (arroyos, valles, etc.) y formando enclaves muy concretos dentro de los dominios del pinar. Este es el caso de parte de los pinares de Cazorla y Segura, así como de otras sierras como Mágina y Almijara.

El pino halepensis o carrasco, es uno de los árboles mediterráneos más frugales y sufridos, resistiendo escasas precipitaciones y fuertes sequías así como suelos esqueléticos con alto contenido en caliza y yeso. La adaptación a la sequía es tal que en este pino se da un mecanismo denominado "raíces de lluvia" que le permite aprovechar, por un crecimiento temporal de las raíces superficiales, recursos hídricos intermitentes.

Ello hace que el pino carrasco pueda representar la climax en regiones de acusada aridez, pero en buena proporción, representa una etapa sucedánea de especies de temperamento más delicado (encina, quejigo, acebuche).

Existen unas 150.000 hectáreas de pino carrasco, localizadas en las sierras orientales, fundamentalmente Sierras de Cazorla y Segura, de las Nieves, Almijara, Lújar, Alfacar, Iznalloz y Guadix.

Su papel protector es importantísimo, siendo insustituible en algunas zonas. En todo caso, esta especie presenta el inconveniente de formar poco humus y ser muy inflamable, por lo que su uso masivo en repoblaciones es poco aconsejable.

Pero, aparte de los pinos, existen en Andalucía otras coníferas; principalmente es preciso mencionar a los pinsapos, a las sabinas, a los enebros y a los tejos.

Descubierto para la ciencia por el suizo Boissier, a principios del siglo XIX, el pinsapo es una especie antigua de abeto poco evolucionada, que únicamente vive en las sierras altas del extremo occidental de la cordillera subbética y en la cadena caliza de Yebala, en el norte de Marruecos, con una extensión total que no alcanza las 7.000 hectáreas.

De éstas, unas 1.300 se encuentran entre Málaga y Cádiz, distribuidas en tres núcleos principales: Sierra de las Nieves, Sierra Bermeja y Grazalema. El mayor pinsapar se encuentra en la Sierra de las Nieves, con unas 1.000 hectáreas, residuo de lo que al parecer era un importante bosque.

Muchos son los datos de que se dispone sobre la presencia y evolución reciente de los pinsapares, objeto de visitas reiteradas de botánicos y naturalistas durante el siglo XIX atraídos por la rareza de este árbol.

Así, en 1867, se describen los pinsapares de Málaga en los siguientes términos: "pinsapar de Sierra Bermeja, tiene una extensión de unas 50 hectáreas y el estado del monte es regular; pinsapar de Ronda, se encuentra en un estado bastante malo y su destrucción en pocos años es inevitable". Algunos años antes, en 1856, el científico alemán Willkomm mencionaba este lamentable estado del pinsapar y recogía datos sobre su pasado esplendor. Más tarde, en 1869, se describía el pinsapar de Grazalema como en peor estado aún que el de Ronda, con árboles malformados por cortar los lugareños las guías y ramas para leña.

El pastoreo excesivo, la extracción de leñas, e incluso la corta de arbolado para proporcionar madera a la marina, hizo que el pinsapo disminuyera poco a poco su ya escasa representación, hasta quedar reducido a unos pocos malformados ejemplares. A modo de ejemplo, en 1750 se contaban 1.300 pinsapos en Grazalema. Cuatro años después la cifra descendía a 1.195. Durante la misma época en las sierras malagueñas se contabilizaban 3.150 pinsapos.

Afortunadamente, las leyes desamortizadoras incluyeron los pinsapares como no enajenables y, aunque siguieron bajo el dominio del pastoreo y carboneo descontrolados, sus masas pudieron salvarse. A fin de mejorar o incrementar la masa se han realizado repoblaciones de pinsapo en las sierras por ellos ocupadas, si bien su crecimiento lento y el acoso por los herbívoros silvestres hacen muy difícil el éxito de tales repoblaciones.

Otras especies de coníferas, aún con escasa representación en nuestra comunidad, no dejan de tener su importancia como especies arbóreas. Los enebros, por ejemplo, están presentes en Andalucía en sus dos especies peninsulares: el enebro común y el enebro de la miera. El primero vive acantonado en las altas montañas orientales de Sierra Nevada, Baza y Filabres, en altitudes superiores a los 2.000 metros, en donde adopta porte de matorral tendido o mata rastrera, caracterizando la vegetación de la tundra nevadense. El enebro de la miera aparece, sin embargo, salpicado por toda la geografía andaluza, formando parte del cortejo florístico de los encinares y pinares mediterráneos.

Dentro del grupo de las sabinas se encuentran dos especies: la sabina rastrera, que vive en las mismas localizaciones que el enebro común, y la sabina negra, abundante en los arenales litorales de Huelva, Cádiz, Málaga y Almería, provincia en donde forma un bosquete en la denominada Punta del Sabinar.

En todos los casos los enebrales y sabinares forman una vegetación a veces climácica con un enorme interés botánico. Su difícil germinación y lento crecimiento los hace inadecuados para repoblaciones extensivas, pero pueden incluirse como ejemplares aislados entre las repoblaciones a efectuar en aquellas zonas en donde están presentes.

El tejo es una especie hoy día muy escasa, pero que antiguamente era tan abundante que dio nombre a no pocas sierras y parajes (Sierra de Tejeda Negra). Especie frugal, robusta y longeva (puede superar los 1.000 años), la disminución de su área se debe por una parte a factores intrínsecos (lento crecimiento y semilla de germinación retardada) y, por otra parte, a la persecución hecha por el hombre para utilizar su excelente madera, o para eliminarla de las zonas de pastoreo por su toxicidad para el ganado.

Unicamente se pueden observar ejemplares aislados, y generalmente inaccesibles, en las sierras béticas, principalmente en las de Almijara, Tejeda, Nevada, Segura y Cazorla. Su reforestación, al igual que la de las sabinas, se puede realizar en pequeñas proporciones entre los pinares de estas sierras.

En definitiva, la utilización masiva de pinos en las repoblaciones forestales ha creado una conciencia negativa sobre las coníferas. Una conciencia que en nada se corresponde con el importante papel serial y de colonización que cumplen en el ecosistema mediterráneo, en cuanto especies que pueden mejorar las condiciones del suelo para albergar posteriormente frondosas más nobles. Pero, además no pueden despreciarse la multitud de usos y aprovechamientos que proporcionan: piñas, maderas, leñas, resinas, así como su valor paisajístico y recreativo.

Fuente: http://www.cma.junta-andalucia.es/

Tags:

Comentarios


¿Te gusta cocinar?

alfogon.com

Ven al Club de Cocina

Publicidad

Marcadores
Vista Cache. Expira el 2017-09-22 16:30:02 PM